Nota en Clarin 30/8/10
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Maricruz
Marie
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Nota en Clarin 30/8/10
Chicas les dejo esta nota que salio hoy en Clarin.
Es hermosaaaa..... no dice mucho que no sepamos, pero leer la historia de su vida relatada por el, casi sin preguntas del periodista, me encanto....
Living la vida grata. Desde su infancia en Laferrere acuñó el sueño de vivir como actor. Aquí cuenta cómo lo fue logrando.
PorEduardo Slusarczuk
Adrián Navarro habla pausado, hurga en la memoria, y regresa de ahí con imágenes que poco tienen que ver con un presente de cámaras, flashes, fotos en revistas. “Yo vivía en un barrio donde las posibilidades de juego eran cazar pájaros, o el fútbol, la mancha, el poliladron, el mosquito, en el que el desenlace era que alguno terminaba cagado a patadas”, cuenta. Allá por la Ruta 3, a la altura de Laferrere, el campo estaba ahí, al alcance de los pies.
Sólo que, en un momento, todo eso dejó de interesarle. La búsqueda arrancó, sin éxito, por el dibujo. “Siempre fui muy malo para eso, y encima me aburría”, confiesa. Mientras, las telenovelas, junto con alguna escapada a algún cine, se erigían como único link con la actuación. “El único lugar en el que yo veía actuar gente era una pantalla”, admite.
Hasta que un día, poco menos que tres décadas atrás, se tomó el 88 hasta Plaza Once. “De ahí –recuerda-, empecé a caminar y llegué hasta acá.” “Acá” es la avenida Corrientes, en ese tramo que va de Florida a Callao. “Había llegado temprano, y cuando me volvía ya era el atardecer.
Y yo, que venía de un lugar en el que había dos lamparitas por cuadra, no podía creer la cantidad de luces que había”, recuerda. La fascinación se tradujo en adicción. Y las excursiones a la “calle Corrientes” para ver teatro, en rutina.
De ahí a la decisión de comenzar a estudiar teatro con Horacio Ranieri, por entonces un galán de la TV, medió un corto tiempo. “Las clases eran en el Centro Armenio, los martes y jueves, de 19.30 a 23.30. Eran cuatro horas de estar ahí adentro, un lugar en el que el delirio era bienvenido. Un espacio de libertad que para un tipo que venía del lugar del que venía yo era algo muy bello. Me pasaba algo muy bello en el cuerpo, en la cabeza”, explica.
Cuenta que, entonces, tuvo la logística familiar a su favor: “Me acuerdo que a veces me traía mi papá. Si no, me quedaba en lo de mi abuela, que vivía en Mataderos. Tenía 14 años y era el nene mimado del curso. Siempre alguien me llevaba o me acompañaba. De pronto sentía que estaba en un lugar en el que había un cuidado. Y viniendo de un lugar en el que las piñas estaban a la mesa todos los días, la sensación de haber llegado a un lugar de protección me cautivó.”
“Debe haber sido por ahí –supone- que soñé con vivir gratamente de esta profesión. Con no dejar nunca de actuar.” ¿Fácil? Para nada. Mientras acumulaba malas experiencias laborales –“Llegaba tarde, no iba, me iba a un casting”-, una mala praxis le afectó la columna y lo dejó inmóvil.
“Pasó un año y medio hasta que me recuperé. Tuve tres paros cardíacos, pasé 60 días de coma farmacológico”, detalla. Y agrega: “Me había casado hacía poco con una compañera que me ayudó en todo ese tiempo. Pasamos una cosa muy jodida. Pero mi vida adquirió otro sentido.” Y le dio revancha.
“Cuando acá todo se caía a pedazos, nos llamaron desde España para hacer unas funciones de La pecera. Yo no tenía cuenta, no tenía tarjeta, nada. Venía de ganar mil pesos por mes en un laburo al que renuncié antes de irme y me volví con un montón de euros por tres meses de trabajo. No lo podía creer”, cuenta Navarro.
Pero hubo más. “En España me enteré de que Héctor Olivera estaba haciendo un casting para Ay, Juancito. En la primera reunión que tuvimos, su hijo fue cruelmente honesto: ‘Yo no te veo en el personaje’, me dijo. A la semana y media regresé. Bigotito, gomina. –‘Hola, vengo al casting’. ‘Y vos quién sos?’, me preguntó el hijo de Olivera. –‘Adrián Navarro’. No lo podía creer. Finalmente, Héctor me llamó, y mi vida cambió”, resume. Y agrega: “Ahí, por primera vez, me sentí actor. Antes decía que era actor pero que trabajaba de otra cosa. O que era mozo, pero también actor. A partir de ese momento yo dejé de ser otra cosa. Era actor.”
Eso sí, para vivir “gratamente” aún faltaba. “Todo se me acomodó bien. Mis sueños se me fueron cumpliendo a su tiempo”. Navarro habla de una película con Carmen Maura y Federico Luppi, y de un premio en Egipto, adonde viajó con 45 dólares y terminó mirando el Nilo desde un piso 30, en el jacuzzi de su habitación de hotel.
Pero enseguida cambia de flanco. “Para mí lo grato no tiene que ver con lo económico. Ahora puedo comer jamón crudo, pero eso no es lo grato. Cuando uno habla de lo grato … hablo de tener continuidad en el trabajo. De hacer lo que me gusta. Ese es, realmente, un sueño cumplido. Porque las cosas gratas son las duraderas”, reflexiona.
Y cierra: “Recuerdo que cuando volvía a mi barrio, me decían: ‘Llegaste’. Pero para mí no era así. ‘Hasta acá llegué’, pensaba. Pero sólo me paré a tomar un café, para seguir marchando. Siento que no puedo detenerme. Si me preguntás en busca de qué, de seguir cumpliendo mi sueño.”
La nota del diario impreso tiene fotos que no encuentro en la version digital.
Besotes!!!
Es hermosaaaa..... no dice mucho que no sepamos, pero leer la historia de su vida relatada por el, casi sin preguntas del periodista, me encanto....
Living la vida grata. Desde su infancia en Laferrere acuñó el sueño de vivir como actor. Aquí cuenta cómo lo fue logrando.
PorEduardo Slusarczuk
Adrián Navarro habla pausado, hurga en la memoria, y regresa de ahí con imágenes que poco tienen que ver con un presente de cámaras, flashes, fotos en revistas. “Yo vivía en un barrio donde las posibilidades de juego eran cazar pájaros, o el fútbol, la mancha, el poliladron, el mosquito, en el que el desenlace era que alguno terminaba cagado a patadas”, cuenta. Allá por la Ruta 3, a la altura de Laferrere, el campo estaba ahí, al alcance de los pies.
Sólo que, en un momento, todo eso dejó de interesarle. La búsqueda arrancó, sin éxito, por el dibujo. “Siempre fui muy malo para eso, y encima me aburría”, confiesa. Mientras, las telenovelas, junto con alguna escapada a algún cine, se erigían como único link con la actuación. “El único lugar en el que yo veía actuar gente era una pantalla”, admite.
Hasta que un día, poco menos que tres décadas atrás, se tomó el 88 hasta Plaza Once. “De ahí –recuerda-, empecé a caminar y llegué hasta acá.” “Acá” es la avenida Corrientes, en ese tramo que va de Florida a Callao. “Había llegado temprano, y cuando me volvía ya era el atardecer.
Y yo, que venía de un lugar en el que había dos lamparitas por cuadra, no podía creer la cantidad de luces que había”, recuerda. La fascinación se tradujo en adicción. Y las excursiones a la “calle Corrientes” para ver teatro, en rutina.
De ahí a la decisión de comenzar a estudiar teatro con Horacio Ranieri, por entonces un galán de la TV, medió un corto tiempo. “Las clases eran en el Centro Armenio, los martes y jueves, de 19.30 a 23.30. Eran cuatro horas de estar ahí adentro, un lugar en el que el delirio era bienvenido. Un espacio de libertad que para un tipo que venía del lugar del que venía yo era algo muy bello. Me pasaba algo muy bello en el cuerpo, en la cabeza”, explica.
Cuenta que, entonces, tuvo la logística familiar a su favor: “Me acuerdo que a veces me traía mi papá. Si no, me quedaba en lo de mi abuela, que vivía en Mataderos. Tenía 14 años y era el nene mimado del curso. Siempre alguien me llevaba o me acompañaba. De pronto sentía que estaba en un lugar en el que había un cuidado. Y viniendo de un lugar en el que las piñas estaban a la mesa todos los días, la sensación de haber llegado a un lugar de protección me cautivó.”
“Debe haber sido por ahí –supone- que soñé con vivir gratamente de esta profesión. Con no dejar nunca de actuar.” ¿Fácil? Para nada. Mientras acumulaba malas experiencias laborales –“Llegaba tarde, no iba, me iba a un casting”-, una mala praxis le afectó la columna y lo dejó inmóvil.
“Pasó un año y medio hasta que me recuperé. Tuve tres paros cardíacos, pasé 60 días de coma farmacológico”, detalla. Y agrega: “Me había casado hacía poco con una compañera que me ayudó en todo ese tiempo. Pasamos una cosa muy jodida. Pero mi vida adquirió otro sentido.” Y le dio revancha.
“Cuando acá todo se caía a pedazos, nos llamaron desde España para hacer unas funciones de La pecera. Yo no tenía cuenta, no tenía tarjeta, nada. Venía de ganar mil pesos por mes en un laburo al que renuncié antes de irme y me volví con un montón de euros por tres meses de trabajo. No lo podía creer”, cuenta Navarro.
Pero hubo más. “En España me enteré de que Héctor Olivera estaba haciendo un casting para Ay, Juancito. En la primera reunión que tuvimos, su hijo fue cruelmente honesto: ‘Yo no te veo en el personaje’, me dijo. A la semana y media regresé. Bigotito, gomina. –‘Hola, vengo al casting’. ‘Y vos quién sos?’, me preguntó el hijo de Olivera. –‘Adrián Navarro’. No lo podía creer. Finalmente, Héctor me llamó, y mi vida cambió”, resume. Y agrega: “Ahí, por primera vez, me sentí actor. Antes decía que era actor pero que trabajaba de otra cosa. O que era mozo, pero también actor. A partir de ese momento yo dejé de ser otra cosa. Era actor.”
Eso sí, para vivir “gratamente” aún faltaba. “Todo se me acomodó bien. Mis sueños se me fueron cumpliendo a su tiempo”. Navarro habla de una película con Carmen Maura y Federico Luppi, y de un premio en Egipto, adonde viajó con 45 dólares y terminó mirando el Nilo desde un piso 30, en el jacuzzi de su habitación de hotel.
Pero enseguida cambia de flanco. “Para mí lo grato no tiene que ver con lo económico. Ahora puedo comer jamón crudo, pero eso no es lo grato. Cuando uno habla de lo grato … hablo de tener continuidad en el trabajo. De hacer lo que me gusta. Ese es, realmente, un sueño cumplido. Porque las cosas gratas son las duraderas”, reflexiona.
Y cierra: “Recuerdo que cuando volvía a mi barrio, me decían: ‘Llegaste’. Pero para mí no era así. ‘Hasta acá llegué’, pensaba. Pero sólo me paré a tomar un café, para seguir marchando. Siento que no puedo detenerme. Si me preguntás en busca de qué, de seguir cumpliendo mi sueño.”
La nota del diario impreso tiene fotos que no encuentro en la version digital.
Besotes!!!
Marie- Navarrera on fire
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Re: Nota en Clarin 30/8/10
Ay chicas, creo q no digo nada nuevo, pero... la verdad q es de otro planeta... HERMOSOOOOOOO!!!!!!!!!!. Besos a todas.
mari2010- Navarrera Recatada
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Re: Nota en Clarin 30/8/10
Divina esta nota, tambien ¡¡¡COMO EL!!!
anac_salta- Navarrera derrapando
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Re: Nota en Clarin 30/8/10
Gracias por la notaa! quiero ver las fotoss! ajajaja
encima papà no me trajo el diario ejejej
encima papà no me trajo el diario ejejej
Vanu- Navarrera on fire
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Re: Nota en Clarin 30/8/10
Marce tiene scanner y yo ni idea como usarlo....despues veo si le pido.. pero ustedes saben, yo ni hablo de Adri en casa para que a la hora de salir de gira no este podrido de que siempre le hable de lo mismo jajajajaja... asi que buena letra e investigare como cuernos usarlo para subir la foto....
Marie- Navarrera on fire
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Fecha de inscripción : 03/04/2009
Re: Nota en Clarin 30/8/10
Yo tampoco pude pescar el diario de ese día. Mi novio justo ese día no lo trajo... X q será???????
mari2010- Navarrera Recatada
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Re: Nota en Clarin 30/8/10
mari2010 escribió:Yo tampoco pude pescar el diario de ese día. Mi novio justo ese día no lo trajo... X q será???????
AAAHHHHP!!!!
María Victoria- Navarrera derrapando
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Re: Nota en Clarin 30/8/10
María Victoria escribió:mari2010 escribió:Yo tampoco pude pescar el diario de ese día. Mi novio justo ese día no lo trajo... X q será???????
AAAHHHHP!!!!
Vaya uno a saber, no creo q sea nada "personal", jajajaj.
mari2010- Navarrera Recatada
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Re: Nota en Clarin 30/8/10
Mi papà me dijo que cuando le dije que me traiga el diario ya habia cerrado la diarieria, asi que no sé! ejejejejeje
Vanu- Navarrera on fire
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